CapÃtulo 203
22. Colapso
Nam Woo-jin parpadeó lentamente. Yoon Ga-eul apretó sus puños con fuerza.
“Yo… puede que no me creas, pero he visto el mundo anterior. Era un poco diferente al nuestro… pero estábamos allÃ, y el final llegó. J luchó desesperadamente… y fracasó. Luego, ellos retrocedieron el tiempo. Usando el reloj.”
“…”
“En el último momento, el reloj que sostenÃa J no se rompió. J fue el último en tenerlo… Asà que, si podemos encontrar ese reloj… quizás podamos retroceder el tiempo también. PodrÃamos obtener otra oportunidad.”
Yoon Ga-eul terminó de hablar, respirando entrecortadamente. Nam Woo-jin tomó una respiración profunda. Hasta respirar parecÃa difÃcil para él, pero se obligó a responder.
“Si eso es posible…”
“…”
“SerÃa un milagro.”
“…”
“Y ahora mismo… necesitamos un milagro. Pero…”
Sus ojos, ardiendo en blanco, miraron silenciosamente a Yoon Ga-eul. Sus puños temblaban. Nam Woo-jin inclinó la cabeza ligeramente. Sus dedos esqueléticos apenas se movieron.
“Estás dudando.”
Yoon Ga-eul mordió su labio. Nam Woo-jin exhaló un suspiro, cerrando los ojos.
“Por supuesto, lo haces. Retroceder el tiempo significarÃa renunciar a este mundo…”
“…”
“Entonces, esta es mi opinión.”
Nam Woo-jin juntó lentamente sus manos esqueléticas.
“No podemos renunciar a este mundo solo basándonos en nuestro juicio. Las personas aún están luchando contra el fin. No podemos simplemente abandonarlo.”
Yoon Ga-eul empezó a decir algo, pero cerró la boca. Nam Woo-jin cabeceó, como si estuviera adormilado.
“Entiendo lo que piensas. Te preguntas cuál es el punto de luchar si no podemos ganar contra el fin de todas formas… que todo va a ser destruido.”
“SÃ, es cierto.”
“Pero.”
Nam Woo-jin apoyó su mentón afilado en su mano. Una sonrisa torcida apareció en su rostro demacrado.
“Nuestro fracaso será la base para el éxito. Creo en eso.”
“…”
“Pensaste en una manera por eso, ¿verdad? No sé cómo, pero viste a J retroceder el tiempo como último recurso.”
“…”
“Guardemos eso también como nuestro último recurso.”
Sus ojos, ardiendo en blanco, buscaron en el aire y luego se fijaron en algo. Exactamente donde estaba Cha Eui-jae. ¿PodrÃa verlo realmente? No, no podÃa ser. Era imposible.
Entonces, una brillante sonrisa apareció en su rostro sin vida. Sus labios marchitos se movieron.
“El fin llega silenciosamente. Sin razón ni propósito. Simplemente llega. Para arrebatar la vida de todo. Como si fuera el orden natural. Como un desastre natural.”
“…”
“No se puede evitar. Pero podemos reducir el daño.”
“…”
“Para descubrir cómo… debemos seguir luchando hasta el final.”
Su dedo marchito apuntó hacia Cha Eui-jae. El susurro de Nam Woo-jin retumbó como un relámpago.
“Lo descubriremos.”
Los ojos de Cha Eui-jae se abrieron de golpe.
¡Claxon! El sonido de una bocina resonó. Cha Eui-jae jadeó y volvió a la realidad. El camión se habÃa metido en una carretera llena de coches. No era la oscura biblioteca. Cha Eui-jae giró rápidamente a su derecha. Yoon Ga-eul, que estaba desplomada, emitió un leve gemido mientras abrÃa los ojos.
“Ugh… ¿eh?”
Yoon Ga-eul parpadeó, mirando alrededor, luego se cruzó la mirada con Cha Eui-jae. Su boca se abrió ligeramente. Se rascó la cabeza de manera incómoda.
“Nosotros… vimos…”
“…”
“Lo mismo… ¿verdad?”
“…Probablemente.”
Cha Eui-jae miró en blanco la carretera llena de coches. “Lo descubriremos.” Las últimas palabras de Nam Woo-jin resonaron en todo su cuerpo. SabÃa instintivamente.
Esas palabras claramente eran para él.
‘Él estaba hablándome a mÃ…’
Cha Eui-jae apretó con fuerza el volante.
***
Un chico de bata blanca se apresuraba por el pasillo. Cada vez que pasaba junto a alguien, inclinaba la cabeza en señal de saludo, y ellos devolvÃan el gesto. Cuanto más avanzaba, menos personas encontraba. Cuando ya no habÃa nadie, abrió la puerta al final del pasillo y descendió una interminable escalera.
Al fondo, habÃa una puerta de hierro herméticamente sellada. El chico levantó una tarjeta y la pasó por el lector al lado de la puerta. Thud… La puerta de hierro se abrió lentamente.
Era una prisión enorme.
Manos cubiertas de espinas se extendÃan desde los barrotes de la prisión, dispuestos en cÃrculo alrededor de una mesa quirúrgica en el centro.
“Hey, choca esos cinco.”
Alguien estaba agachado frente a los barrotes, golpeando su mano contra la mano espinada. Un aullido resonó desde adentro. Bajo las luces fluorescentes pálidas, un hombre con bata blanca y largo cabello blanco estaba de pie, junto a una mujer que llevaba una gorra baja sobre su rostro. El chico sacó un archivo de su abrigo.
“Maestro, ha llegado una carta de la Oficina de Gestión de Despiertos.”
“Déjala por ahÃ.”
Nam Woo-jin hizo un gesto con la barbilla. La mujer se encogió de hombros.
“Te la resumo. Quieren que asistas a la próxima asamblea general.”
“Entonces, ¿a ti también te enviaron una?”
“Probablemente se la enviaron a todos los que suelen asistir. Y oye, deja de molestar a esas pobres almas y ven aquÃ, ¿quieres?”
“Solo estaba jugando con ellas porque parecÃan aburridas~”
El hombre agachado frente a los barrotes se levantó. Su cabello azul claro brillaba bajo la luz, volviéndose blanco. Gyu-Gyu -Ban Gyu-min- metió las manos en los bolsillos de su chaqueta forrada de piel y se acercó con aire despreocupado.
“Honestamente, incluso después de convertirse en ese desastre, ¿se les puede llamar hu—”
¡Clang!
Un sonido metálico agudo resonó. La punta de un florete brillante estaba apuntando directamente a su garganta. Una mirada asesina centelleó en los ojos de Honeybee. Gyu-Gyu levantó ambas manos en señal de rendición. La voz de Honeybee era un gruñido bajo y amenazante.
“Cuida tu boca…”
“…Casi cometà un error. ¿Perdón?”
Nam Woo-jin, ocupado trabajando con sus manos, gruñó irritado.
“Dejen de pelear, idiotas. No puedo concentrarme.”
“Ah, mi error.”
“…”
Honeybee suspiró y bajó su florete. Nam Woo-jin chasqueó la lengua con molestia y continuó su trabajo. Tendido en la mesa quirúrgica, bañado por una luz pálida, estaba Matthew. Aunque picos sobresalÃan de varias partes de su cuerpo, aún mantenÃa su forma humana. Honeybee mordió su uña con nerviosismo.
“…¿Cómo está? ¿Hay alguna mejora? ¿Crees que funcionará?”
“…”
“He usado todo en la lista que obtuve de Lee Sa-young. Lo reunà todo lo que pude. Si esto no funciona…”
“Honeybee.”
Nam Woo-jin suspiró, enderezándose.
“No te pongas ansiosa. Apresurarse no ayudará.”
“Pero…”
Honeybee murmuró débilmente, luego suspiró profundamente. Se golpeó ambas mejillas con fuerza, haciendo un sonido agudo.
“No, el doctor tiene razón. No sirve de nada ponerse nerviosa. Matthew no va a despertar solo porque esté asÃ.”
“…”
“Será mejor que me vaya. Tengo que prepararme para la asamblea. ConfÃo en que cuidarás de Matthew.”
“Entendido. Déjalo en mis manos.”
Al girarse para dirigirse a la puerta de hierro, Honeybee miró hacia atrás. Gyu-Gyu seguÃa allÃ. Honeybee frunció el ceño.
“¿Por qué no vienes?”
“¿Eh? ¿Se supone que debo ir también?”
“Nuestro contrato no ha terminado aún. ¡SÃgueme!”
“Está bien, está bien… entendido~”
Gyu-Gyu le dio a Nam Woo-jin un leve asentimiento y luego siguió a Honeybee. La puerta de hierro se cerró con un golpe pesado. Desde unos pasos atrás, el chico preguntó en voz baja.
“¿Hay algo en lo que pueda ayudar?”
“No en este momento.”
“¿Estás bien?”
“…Estoy bien.”
Nam Woo-jin tosió silenciosamente, sus hombros temblando.
“Es extraño…”
Los ojos claros del chico brillaron, esperando más palabras.
Nam Woo-jin levantó su mano hacia la luz del techo. Estaba marchita, como la de una momia. Su piel se pegaba a los huesos, apenas sosteniéndose. Parpadeó y volvió a abrir los ojos. Su mano lucÃa normal. ¿Era una ilusión? ¿Una alucinación? Hizo un gesto detrás de él, y una pequeña figura se acercó.
“¿Cómo me veo?”
“178 cm de altura, complexión delgada, cabello blanco largo, gafas, ojos blancos, postura ligeramente encorvada…”
“No, no, no de esa manera.”
Nam Woo-jin cerró y abrió su puño. Su mano habÃa vuelto a ser la de una momia otra vez. O tal vez sus ojos lo engañaban. Se giró. El chico seguÃa allÃ, esperando su orden. Nam Woo-jin extendió los brazos y preguntó:
“¿Me veo como una momia para ti?”
“No, maestro. Su peso ha disminuido aproximadamente 300 gramos desde la semana pasada, pero no hay cambios visibles en su apariencia.”
“…¿De verdad?”
“SÃ. ¿Algo anda mal?”
“Quizás.”
Nam Woo-jin miró a su alrededor antes de levantar un bisturà para reflejar la luz en sus ojos. Su rostro, con la piel marchita y pegada a los huesos, y cuencas profundas lo miraban de vuelta. Solo sus ojos, brillando con esa llama blanca, permanecÃan inmutables. Nam Woo-jin murmuró para sà mismo con un suspiro:
“Sea lo que sea, algo anda terriblemente mal.”
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