CapÃtulo 106
—¡Maldita sea, esa Espada Sagrada! ¡Pon un poco de orden! ¿Cuántas veces ha pasado esto ya?
En la mente de AgustÃn, los recuerdos del pasado emergÃan uno tras otro. Era el recuerdo de uno entre los numerosos incidentes causados por la Espada Sagrada.
¿Fue el dÃa en que tocaron un nido de monstruos que pretendÃan evitar? La Espada Sagrada, de mal carácter, siempre habÃa provocado batallas innecesarias. No era la primera vez.
Cuando AgustÃn estalló de furia, Ketron también se quejó:
—¡Ni siquiera me escucha!
—¡Haz que te obedezca de una vez!
—¡Si pudiera...!
Una vez que comenzaron a fluir, los recuerdos brotaron como un torrente desbocado tras el derrumbe del dique.
—Me muero de hambre. Oye, Ketron. ¿Ves ese pájaro volando allá arriba?
DebÃa ser durante uno de esos viajes, cuando no encontraron ninguna aldea y tuvieron que acampar varios dÃas, agotando incluso sus reservas de carne seca y sobreviviendo a duras penas con frutos secos y galletas.
El pájaro en vuelo le pareció a AgustÃn un pollo frito, y babeó al hablar. Ketron, que también alzó la vista, respondió:
—No parece muy comestible.
—¿Ahora es momento de ser exigente? ¡Me estoy muriendo de hambre!
—¿No era tu principio evitar matar innecesariamente?
Cuando Ketron le preguntó qué habÃa pasado con la gracia divina, AgustÃn casi estalló.
—¡El hambre no entiende de principios! Mira, si lo atrapas con magia, yo lo remato de un golpe.
—Con tu golpe lo harás puré. Mejor le corto el cuello yo.
—SÃ, hazlo asÃ.
—...¿Esto no es básicamente cazarlo yo solo?
—Maldito mocoso listo, por eso eres tan molesto.
Aunque se rió y recibió un golpe en la espalda, al final Ketron cazó algo y esa noche pudieron dormir con el estómago lleno.
El mundo era un lugar desolado. Pero incluso en medio de aquel viaje, lograron conservar la sonrisa porque, pese a todo, tenÃan un amigo con quien compartirlo.
Si el final de ese viaje no hubiera sido su muerte, sin duda serÃan amigos de por vida.
—¡Yo los cubro! ¡Acaben con el Rey Demonio ahora!
En el último momento, AgustÃn se quedó solo fuera del castillo del Rey Demonio.
—¡Uaaagh!
Dio todo lo que tenÃa, hasta la última gota de fuerza. Confiaba en que Ketron derrotarÃa al Rey Demonio. Estaba seguro de que él les traerÃa la victoria.
El Rey Demonio era fuerte, pero su compañero lo era más.
Después, sus recuerdos se cortaron abruptamente. Cuando despertó, todo habÃa terminado.
No recordaba cuándo ni cómo habÃa caÃdo.
—¿Ganamos?
Aunque gravemente herido, logró abrir los ojos. HabÃa sobrevivido. Fue Arthur quien respondió:
—Por supuesto.
El rostro de Arthur, que regresaba como héroe, estaba lleno de sonrisas.
Era motivo de alegrÃa. HabÃan derrotado al Rey Demonio y regresaban como héroes, todos con vida.
Pero AgustÃn no entendÃa por qué se sentÃa tan inquieto. Como si hubiera perdido algo muy importante.
Como si hubiera perdido algo tan valioso... Su pecho se sentÃa vacÃo, pero no sabÃa por qué.
No lograba recordar nada.
—¿Qué pasa con esa cara, AgustÃn?
—Eh... nada, no es nada.
Aunque incómodo, habÃan ganado, y solo quedaba disfrutar de la gloria.
Razonó que si no lograba recordar por más que lo intentara, probablemente no era tan importante. Asà que AgustÃn regresó, olvidándolo todo.
Sin saber que habÃa dejado atrás algo verdaderamente valioso.
—¡Aaaah!
El grito de alguien sacó a AgustÃn de sus pensamientos.
Eran los gritos de las personas que veÃan la lluvia negra, o más bien, de aquellos que, al ver la lluvia negra, empezaron a recordar los tiempos olvidados.
Al mirar alrededor, vio el miedo y la confusión en los rostros de la gente que corrÃa para refugiarse de la lluvia negra.
El Rey Demonio habÃa regresado.
El héroe que ellos conocÃan no era el verdadero héroe.
El mundo entero estaba recuperando sus recuerdos. Esos recuerdos perdidos y olvidados sobre el verdadero héroe.
Y al mismo tiempo, comprendÃan que el Rey Demonio, cuya existencia habÃa sido borrada, habÃa regresado.
Shaaah.
La lluvia negra, que al final se convirtió en un aguacero, ni siquiera podÃa ser bloqueada por completo por la energÃa sagrada de AgustÃn. Empapado por el torrente, quedó sumergido bajo la inundación de recuerdos que se derramaban, recuperando finalmente toda su memoria.
—Ah.
Ahora lo entendÃa.
Por qué aquel dÃa, cuando el joven de la posada lo desafió a un duelo, lo habÃa mirado con lágrimas en los ojos.
Por qué lo habÃa observado con una mirada tan llena de resentimiento.
—Aaah.
Aquel rostro que, aunque parecÃa frÃo como si jamás cederÃa su cercanÃa, inexplicablemente se suavizaba cuando se dirigÃa a él.
Solo entonces AgustÃn comprendió que el joven de la posada, al que habÃa considerado con familiaridad, era en realidad su preciado amigo.
Y también que acababa de perderlo una vez más.
Hasta hace un momento, aunque lamentaba haber perdido a las personas de la posada que le resultaban extrañamente cercanas, habÃa podido mantener la compostura para priorizar cuestionar a Boram. Pero ahora, nada de eso venÃa a su mente.
No.
Aunque sabÃa que era inútil, corrió hacia los restos destruidos de la posada de Eddie.
—¡Ketron!
«No puedo perderte otra vez».
Pero incluso mientras lo pensaba, no habÃa nada que pudiera hacer. La magia de Boram era precisa, y ella no era el tipo de maga ingenua que dejarÃa escapar a su oponente.
Su especialidad era crear un campo que impedÃa completamente la teletransportación de las personas dentro, asegurándose de matar a su objetivo. La magia de la familia Evans, extremadamente especializada en la destrucción.
Pero debido a la enorme cantidad de mana que consumÃa cada uso, AgustÃn solo la habÃa visto usar este hechizo dos veces en toda su vida.
Era un hechizo confiable cuando estaba de su lado, pero el problema era que esta vez lo habÃa usado contra Ketron.
Con el corazón destrozado, AgustÃn gritó el nombre de su amigo.
—¡Ketron!
«No pude disculparme por haberte olvidado, ni ser perdonado por regresar sin saber que te habÃa perdido. ¿Y ahora voy a perderte otra vez asÃ?»
—¡Ketron!
AgustÃn intentó apartar los escombros empapados por la lluvia negra con sus propias manos. SabÃa que era imposible que alguien hubiera sobrevivido bajo ellos. Pero quizás, solo quizás, si era él, si era ese tipo que realmente habÃa derrotado al Rey Demonio, tal vez, solo tal vez...
Tal vez...
—Ketron...
Pero el estado de la posada hacÃa imposible cualquier esperanza. Justo cuando AgustÃn, incapaz de aceptar la realidad, gritó el nombre de su amigo con desesperación...
—AgustÃn, apártate.
La voz que tanto habÃa anhelado escuchar resonó en el aire. AgustÃn, con los ojos desorbitados, retrocedió instantáneamente al oÃrla.
En parte porque la voz provenÃa de debajo del suelo, pero también porque AgustÃn siempre habÃa confiado ciegamente en el juicio de Ketron, reaccionando de inmediato a sus palabras.
Cuando AgustÃn se apartó del lugar donde estuvo la posada de Eddie, el suelo se estremeció y los escombros acumulados volaron de golpe hacia los lados.
Revelando una escalera hacia el sótano que antes estaba completamente oculta bajo los restos.
Por allà subÃa Ketron, intacto, usando magia para apartar los escombros.
En sus manos llevaba una enorme espada envuelta en tela. Una imagen que resultaba malditamente familiar para AgustÃn.
—¿Por qué me llamabas con tanta desesperación?
Ketron, hablando con naturalidad, frunció ligeramente el ceño al alzar la vista hacia el cielo. Observó el cielo gris donde caÃa la lluvia corrupta por energÃa demonÃaca y dejó escapar un suspiro que sonaba a resignación.
—Al final, ha mostrado su verdadera forma.
AgustÃn apretó los labios y observó al joven frente a él.
No era el único. La gente que habÃa huido buscando refugio de la lluvia negra también clavaba sus miradas en el joven que acababa de aparecer.
Aquel ser que habÃan olvidado.
Al verdadero héroe que todos en este mundo recordaban hasta no hace mucho.
Al dueño de la Espada Sagrada, al verdadero Héroe. —...
AgustÃn contuvo la respiración por un momento. Notó cómo le temblaba ligeramente el aliento. Hace instantes habÃa sido porque creÃa haberlo perdido, pero ahora...
Ahora era porque no sabÃa cómo reaccionar ante el torrente de emociones contradictorias que lo inundaban.
Era alegrÃa, pero también culpa, dolor y tristeza.
Ahora entendÃa por qué le resultaba tan familiar.
AgustÃn abrazó con fuerza al joven frente a él.
—Lo siento.
—...¿El qué?
—Lo siento.
—Dime el qué.
—Por haberte olvidado todo este tiempo. Por regresar sin saber que te habÃa perdido. Por no recordarte.
«¿Cuánto habrás sufrido?»
«¿Cuánto dolor habrás soportado?»
Ante esas palabras entrecortadas, Ketron comprendió tarde que esta lluvia negra, cargada de energÃa demonÃaca y anunciando el regreso del Rey Demonio, también habÃa devuelto al mundo los recuerdos sobre él, el verdadero héroe, que habÃan sido borrados.
Los recuerdos del mundo volvÃan, y todos recordaban al verdadero héroe.
Aunque alguna vez fue lo que más anheló, cuando por fin llegó ese momento, Ketron sintió una extraña indiferencia.
HacÃa mucho que el mejor mundo para él ya no era uno donde todos lo recordaran.
Asà que, en silencio, Ketron le dio unas palmadas en la espalda a su viejo amigo.
Era su manera de decir —está bien.
El mundo por fin habÃa recuperado al verdadero héroe que habÃa olvidado, pero la lluvia negra que empapaba la tierra era demasiado siniestra para alegrarse con pureza.
El último dÃa de aquel año, que creyeron serÃa el más feliz, terminó lleno de una oscura melancolÃa.
Y la lluvia siguió cayendo sin cesar. Hasta teñir de negro cada rincón del Imperio, del continente entero, sin dejar un solo lugar seco.
Comentarios
Por favor sé respetuoso y no hagas PDFs de nuestras traducciones