CapÃtulo 116
«El héroe no oculta su poder» era una novela bastante popular.
A diferencia de los fantasÃas tradicionales, fue objeto de debate durante toda su serialización. Lee Jeong-hoon descubrió esa novela justo antes de su final.
[¡La novela del momento está próxima a terminar!]
Movido por la curiosidad al ver el anuncio del final en la plataforma, hizo clic y pasó varios dÃas leyendo vorazmente. Justo cuando estaba por terminar, subieron el capÃtulo final.
«Qué suerte tengo~» pensó, alegre por poder llegar al desenlace sin esperar.
Durante las mañanas, cuando tenÃa algo de tiempo libre, leÃa en pequeños intervalos.
Naturalmente, esperaba un final cliché, con el protagonista venciendo al mal y alcanzando la felicidad. Pero el final que encontró fue… francamente, terrible.
¿Odiabas tanto darle un final feliz?
Después de leerlo, Lee Jeong-hoon estalló de indignación. Revolvió internet, preguntando si habÃa una segunda parte o historias adicionales. Al confirmar que no existÃan, decepcionado, se puso a organizar el pedido logÃstico que habÃa llegado esa mañana.
Poco después, la vida de Lee Jeong-hoon también terminó de manera horrible.
Y entonces, abrió los ojos en este mundo.
Dentro del universo de «El héroe no oculta su poder», como Eddie, el dueño de la «Posada de Eddie», un lugar apenas mencionado de pasada.
Hasta entonces, Eddie creyó que simplemente se habÃa transmigrado a la novela.
Pero con el tiempo, entendió que no era solo eso. Se habÃa insertado en la historia de la segunda parte como un personaje que irrumpÃa para salvar al protagonista… y quedó impactado al darse cuenta de que debÃa avanzar hacia un final ya predestinado.
Además, comprendió que no habÃa transmigrado como Eddie, sino que habÃa renacido como él, un personaje que ni siquiera existÃa antes. Asà que este mundo no era idéntico al original que habÃa leÃdo.
—¿Por qué habrá sido?
Si lo que acababa de ver no era una ilusión, entonces las cosas que Lee Jeong-han habÃa metido en el ataúd de Lee Jeong-hoon no habÃan sido completamente inútiles.
Pero, ¿por qué?
¿Por qué precisamente Lee Jeong-hoon?
Esa parte seguÃa siendo un misterio.
Cric, cric, cric…
Mientras el sonido de los engranajes continuaba, «El héroe no oculta su poder: 2° Parte» quedó en silencio después de describir la muerte de Eddie. Las páginas siguientes estaban en blanco, agitándose al viento. Al fin y al cabo, lo que venÃa después no era algo que quisiera ver. Ketron, tras confirmar la muerte de Eddie de alguna manera, debió haber sufrido un dolor insoportable. Y eso no era algo que Eddie deseara presenciar.
La razón por la que el libro no continuaba la historia solo podÃa ser una:
No tenÃa intención de mostrarle a Eddie lo que sucederÃa después.
—Desde el principio…
Eddie abrió la boca. Resultaba un poco extraño hablarle a un libro, pero esta «historia» claramente tenÃa una voluntad propia. Sin duda, también escucharÃa su voz. Con la garganta algo cerrada, Eddie tosió levemente antes de continuar.
—¿Desde el principio planeaste matarme? ¿O…?
Dudó un momento, mordiéndose el labio con fuerza.
—¿O es que odiabas que Ketron cambiara por mi culpa?
Tal vez fueran ambas.
Por supuesto, la historia no respondió. En ese espacio angosto, lleno solo del chirrido de los engranajes, la oscuridad lo envolvÃa. Las paredes estaban cubiertas de ruedas dentadas, sin dejar salida a la vista.
El espacio, repleto solo del libro, Eddie y los engranajes, tenÃa una lobreguez que de algún modo evocaba el inframundo.
Eddie, que habÃa permanecido de pie aturdido, apretó los puños con fuerza.
Tristeza.
...Dolor.
Esta muerte habÃa sido breve, pero eso no significaba que no hubiera dolido. Ya fuera otro capricho del destino, habÃa muerto igual, atravesado por una espada.
Muerto.
HabÃa muerto dejando atrás solo a Ketron.
—...Ah.
Se dice que después de la muerte no hay nada, pero en cierto modo, el mero hecho de poder tener estos pensamientos tras morir podrÃa considerarse una bendición... Sin embargo, no sentÃa ni pizca de gratitud.
¿Quién podrÃa comprender los sentimientos de alguien obligado a abandonar su mundo por la muerte?
Bueno, quizás Eddie, que ya habÃa muerto una vez antes.
Eddie, que habÃa reÃdo con desolación, se desplomó en el mismo lugar donde estaba.
—Ja.
Era exasperante.
Algo subÃa y bajaba en su pecho, pero ni siquiera podÃa definir qué emoción era. ParecÃa ira, parecÃa arrepentimiento, parecÃa pena.
No es que hubiera imaginado un futuro vago donde, luego de su primera muerte, vivirÃa una larga vida rodeado de seres queridos y morirÃa feliz dejando unas últimas palabras, pero nunca pensó que el final llegarÃa asà de nuevo.
¿DeberÃa haber hecho caso a la Espada Sagrada y no salir?
No. Si esta historia estaba decidida a matar a Eddie, incluso si hubiera evitado ese momento, la muerte habrÃa llegado igual, como en esas pelÃculas donde la muerte llega inevitablemente, pero no sabes cómo llegará.
Asà que la muerte era inevitable. Solo era cuestión de cuándo.
Para la historia, perder a Eddie no era ninguna pérdida. Con la muerte de Eddie, bastaba que Ketron, Gerald y Ebon, enfurecidos, se alzaran para derrotar al Rey Demonio. Con solo ajustar un poco la dirección, el final de la segunda parte se dibujarÃa sin problemas.
Pero, pero...
—¿Por qué?
Eddie también habÃa percibido que la historia no lo querÃa. Al principio no sintió nada, pero cuando supo que Ketron habÃa cambiado por su culpa, sintió por primera vez la hostilidad de este mundo.
El momento en que Ketron le confesó sus sentimientos... la visión de la segunda parte que apareció tras él no habrÃa sido una alucinación.
Probablemente una advertencia.
«No cambies más esta historia».
Pero Eddie, sin querer, ignoró esa advertencia. Y este era el resultado.
No volverÃa a ver a Ketron.
Al evocar el rostro de Ketron, una opresión insoportable lo invadió. Eddie enterró su cara entre las palmas de las manos.
«Ni siquiera pude responder como debÃa a tus sentimientos».
Recordó cómo su rostro serio se suavizaba un poco cada vez que veÃa a Eddie. La mirada de Ketron hacia Eddie siempre era asÃ, como si nunca lo hubiera rechazado y hubiera puesto una cara que decÃa que no habÃa nada más interesante en el mundo.
Una mirada como si contemplara lo más precioso del mundo.
—Eddie.
Aunque Eddie no respondiera al llamado, Ketron dijo lo que querÃa decir.
—Te quiero.
Aun si Eddie no podÃa corresponder a esas palabras.
Si hubiera sabido que la venganza de la historia llegarÃa asÃ, ¿habrÃa sido mejor aceptar su corazón?
Si esto hubiera ocurrido después de aceptarlo, ¿habrÃa sido aún más doloroso? ¿Era mejor asà entonces?
No lo sabÃa. No querÃa pensar en lo que no habÃa ocurrido.
—¿Por qué?
Después de todo, el resultado era el mismo. Nunca volverÃan a verse.
—¿Por qué yo?
Esta historia habÃa traÃdo a Lee Jeong-hoon a este mundo y lo habÃa convertido en Eddie.
¿Por qué precisamente?
Y luego, como ya no lo necesitaba, lo borró de este mundo. Tan fácilmente.
Cric, cric, cric…
El sonido incesante de los engranajes girando hizo que Eddie sintiera que enloquecerÃa.
—¡Contéstame, maldito!
Eddie gritó, desesperado.
En el instante en que alzó la voz, una puerta luminosa apareció detrás de él con un clang resonante.
Eddie, cuyas lágrimas caÃan sin que él lo notara, se volvió abruptamente.
La puerta, que emanaba una luz blanca, se parecÃa a esos portales dimensionales que aparecÃan a menudo en pelÃculas animadas. Tan radiante que, al cruzarla, cualquiera pensarÃa que llegarÃa al cielo.
Pero por muy ignorante que fuera, no podÃa engañarse.
Esa no era una puerta al cielo. Ni siquiera sabÃa si algo asà existÃa, pero Eddie supo instintivamente que, al atravesarla, su existencia desaparecerÃa por completo, sin llegar ni al cielo ni al infierno.
Además, Eddie no querÃa ir al cielo ahora.
—...
Eddie apretó los labios y se apartó un poco más de la puerta.
Pero asà como este mundo lo habÃa expulsado por la fuerza, la historia parecÃa decidida a echarlo también de este espacio.
Como si el tiempo que le habÃa dado hasta ahora solo hubiera sido una tregua para ordenar sus pensamientos.
El cuerpo de Eddie comenzó a ser arrastrado hacia la puerta, como succionado por un agujero negro. Como si la gravedad lo jalara.
—¡...!
Por reflejo, buscó algo a qué aferrarse para resistir, pero no habÃa nada en ese espacio.
¿Acaso debÃa dejarse absorber por ese portal y desaparecer?
¿Estaban locos? ¿Después de exprimirle todo lo que querÃan, ahora lo desechaban?
—¡No iré!
Claro que, aunque Eddie se negara, no habÃa razón para que la historia de repente lo escuchara.
El cuerpo de Eddie fue arrastrado hacia la puerta sin remedio. Tropezó contra el suelo liso, pero no habÃa nada para agarrarse.
Se acercaba cada vez más.
Al aproximarse, la puerta, o más bien un portal con forma de puerta, emitÃa un sonido extraño.
Zzzziiiiinnng.
Si lo tragaba, desaparecerÃa sin remedio.
La existencia de Eddie se esfumarÃa.
Eso significarÃa una muerte eterna. Esta vez, no habrÃa vuelta atrás.
—¡No iré!
Eddie gritó nuevamente, apretando los ojos con fuerza.
¡Boom!
En ese instante, un estruendo ensordecedor retumbó detrás de él. Al mismo tiempo, la puerta que habÃa estado a punto de alcanzarlo dejó de acercarse.
Eddie, que mantenÃa los ojos fuertemente cerrados, los abrió de golpe, sobresaltado, y se volvió.
Lo primero que vio fue una mano.
Una mano pálida, blanquecina.
Esa mano aferraba el libro de «El héroe no oculta su poder: 2° Parte» como si estuviera aplastándolo, apretándolo con fuerza.
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