CapÃtulo 117
La mano que habÃa atravesado el espacio desgarrado apretó con más fuerza. «El héroe no oculta su poder: 2° Parte» se arrugó miserablemente en su puño, como si fuera papel frágil.
Eddie supo quién era. Desde la primera vez que lo vio, su aparición caracterÃstica lo hacÃa inconfundible. Y ahora esa presencia se revelaba ante sus ojos.
—¿Taraziel?
Al pronunciar Eddie ese nombre, la existencia pareció responder apretando aún más el libro que sostenÃa.
Crunch.
Bajo su mano, el frágil libro perdió su forma en un instante, retorciéndose grotescamente.
Reeeech.
Entonces, los engranajes que llenaban el espacio se detuvieron, temblaron violentamente y comenzaron a emitir un sonido estridente. Una disonancia insoportable.
—Por fin.
Desde el espacio desgarrado, una voz familiar resonó.
—Por fin te encontré.
La voz rebosaba de euforia.
—Por fin te encontré, maldito bastardo.
Al mismo tiempo que hablaba, el Rey Demonio Taraziel desgarró el espacio por completo, revelando su verdadera forma.
Con su piel pálida y cabello negro azabache, el hombre tenÃa un rostro excesivamente, incluso extraordinariamente hermoso, pero con algo sutilmente serpentino.
Era exactamente como lo describÃa la novela.
—Ah, cierto. Eddie.
Sonrió con malicia al pronunciar su nombre, como si se encontrara con un viejo amigo del barrio.
—Espera ahà un momento. He esperado demasiado para acabar con este cabrón.
Alzó una mano con gesto casual.
Pero las consecuencias no fueron nada leves.
¡Zas!
Una luz negra brotó de sus dedos, alzándose como si fuera a rasgar el techo del espacio antes de partir todo por la mitad, como si fuera una espada.
Con un chiiiiing, los engranajes alcanzados por la oscuridad se quebraron estrepitosamente. El libro aplastado en el centro tampoco se salvó, partiéndose en dos.
En ese instante, Eddie creyó oÃr algo parecido a un grito.
Taraziel continuó destruyendo el espacio.
Sin parar.
Hasta que cada fragmento quedó hecho añicos.
* * *
La historia habÃa sido destruida.
Ante los ojos de Eddie, en el espacio devastado, ardÃa la segunda parte. Las páginas en llamas crujÃan al consumirse. Los engranajes que cubrÃan el techo, incluso los más pequeños, no se salvaron: todos se quebraron, colgando precariamente o girando lastimeramente antes de detenerse una y otra vez.
Lo que a Eddie le habÃa parecido una existencia absoluta, se derrumbó con absurdamente facilidad bajo la mano del Rey Demonio Taraziel.
El hombre serpentino, con una sonrisa, desgarró lo que quedaba de la segunda parte. La historia reducida a cenizas, «El héroe no oculta su poder: 2° Parte», desapareció por completo del espacio.
Entonces, los engranajes, ahora solo restos que se balanceaban tristemente, cesaron todo movimiento.
Excepto por el crujido intermitente de algo ardiendo, todo quedó en silencio.
—Esta ‘historia’ ha terminado.
En el espacio ahora destrozado, solo Taraziel sonreÃa con satisfacción.
—No, ya ni siquiera es una historia.
Se sacudió las cenizas de las manos y se acercó a Eddie.
—Ahora este mundo está fuera de su influencia.
HabÃa declarado el fin de la narrativa.
Con una sonrisa amable, se agachó frente a Eddie, que seguÃa desplomado en el suelo. Como si quisiera estar a su altura.
De él emanaba un denso aroma a almizcle. No era un olor que Eddie soliera preferir, pero, quizás por su apariencia singular, no le resultaba desagradable.
Aun sabiendo que bajo esa belleza yacÃa el Rey Demonio que una vez gobernó el mundo con crueldad.
O tal vez porque era quien lo habÃa salvado, después de tanto sufrimiento.
Eddie, con muchas preguntas, movió los labios indeciso antes de tragar saliva y finalmente hablar:
—...¿SabÃa que esto era una historia?
De él emanaba una inexplicable satisfacción, como si hubiera esperado mucho para destruir ese espacio.
Taraziel lo habÃa sabido desde hacÃa tiempo. Que este mundo era parte de una narrativa.
¿Pero cómo era posible eso? Esa era la pregunta. A menos que, como Eddie, hubiera conocido la historia desde otro mundo y se hubiera posesionado de ella, ¿cómo podÃa ser?
Aunque era ilógico que un ser como el Rey Demonio respondiera sinceramente, Eddie intuÃa que Taraziel le guardaba una inexplicable simpatÃa.
Además, acababa de salvarlo de la desaparición. Eddie albergaba una frágil esperanza.
—¿Cómo no iba a saberlo?
Efectivamente, Taraziel respondió sin problemas.
—Fui el primero en ser expulsado de esa historia.
Expulsado.
Eddie parpadeó, y luego hizo un sonido de comprensión.
Cierto. El primer final de la historia era Ketron derrotando al Rey Demonio. El primero en ser arrancado de ese mundo habÃa sido Taraziel.
¿Pero cómo habÃa regresado?
Con una sonrisa enigmática, Taraziel lo observó un momento, como deliberando, antes de suspirar con resignación.
—¿Tienes curiosidad? ¿Quieres que te lo cuente?
—...¿No es obvio?
¿Cómo iba a ignorar eso? Eddie respondió con un arrebato, haciendo que Taraziel soltara una carcajada.
—Eres valiente en lugares extraños, aunque parezcas completamente ordinario. Aparte, casi nadie me habla asÃ.
Luego añadió eso ultimo con un suspiro leve.
—Cierto, también te usé para entrar aquÃ.
—¿...?
—Si es para ti, no hay nada que no pueda contar.
Tras esa enigmática introducción, hizo una pausa como rememorando el pasado.
—Fui derrotado por el héroe y expulsado de este mundo.
El Rey Demonio comenzó su relato.
—Mi alma flotaba sobre un libro gigantesco. Fue entonces cuando entendà que solo era un personaje dentro de una novela.
Su expresión se tornó gélida. Eddie no podÃa saber qué sintió, pero estaba seguro que no fue nada placentero.
No era simple desagrado, sino una sensación horrorosa. Él, quien gobernó este mundo absoluto, no solo fue vencido por un humano, sino que descubrió lo insignificante de su existencia.
—No podÃa creerlo. Que mi mundo fuera solo un rincón de una historia.
Sobre todo:
—Que si permanecÃa allÃ, pronto desaparecerÃa.
El soberano del mal absoluto, derrotado por un héroe humano. Desterrado tras su muerte, comprendió su realidad, siendo un mero personaje secundario, un obstáculo para el protagonista. Condenado a extinguirse miserablemente.
—Entonces te vi.
Pero en ese momento lo vio.
A Eddie.
O más precisamente, al alma de Lee Jeong-hoon.
Eddie, que escuchaba atónito, señaló su propio pecho.
—...¿A mÃ?
—Vi cómo te arrastraban dentro de la historia.
El Rey Demonio observó un alma siendo absorbida por la narrativa, como una telaraña enredándose alrededor de su presa. En ese instante, supo que era su único salvavidas.
—Cuando tu alma fue succionada, rasgué el espacio que se cerraba y entré tras ti.
—...
—No desperdicié mi oportunidad de regresar. Rasgar espacios es mi especialidad.
Asà volvió a la historia.
Como una resurrección.
—Claro, fue discreta. Para que esta 'historia' no lo notara. Ni siquiera tenÃa forma completa.
Reconstruyó su cuerpo lentamente en ese espacio desgarrado. Mientras no desapareciera, un Rey Demonio podrÃa recuperar su poder.
Cuando tuvo fuerza suficiente, le avisó discretamente a Lirzahir y se enfocó en reconstruirse.
Aunque en un momento de debilidad, fue a agradecer a quien le dio esta nueva vida.
Y ahora ese mismo ser yacÃa ante él, completamente desvinculado.
—Mi resurrección te la debo a ti.
Taraziel extendió la mano y acarició la mejilla de Eddie.
—Por eso eres mi benefactor.
El pálido rostro de Eddie apenas contrastaba con la mano igualmente lÃvida del Rey Demonio.
—Por eso te salvé.
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