CapÃtulo 118
Con esas palabras, Taraziel también guardó silencio por un buen rato.
Eddie tuvo que rumiar cada una de sus frases porque no lograba comprender del todo lo que acababa de escuchar.
El Rey Demonio expulsado de la historia y el alma de Eddie, arrastrada hacia este mundo. En ese instante preciso, el Rey Demonio no dejó escapar la oportunidad y regresó a ese mundo… por eso era su benefactor.
Esa era la razón por la que Eddie se habÃa convertido en el benefactor del Rey Demonio.
—Por supuesto, mi objetivo principal era ese maldito que pretendÃa reducir este mundo a una simple historia… No tuve más remedio que usarte a ti. Supongo que eso te dolió un poco.
Al decirlo, le dio un golpecito en el abdomen. Eddie, con expresión aturdida, sin entender el gesto, se quedó petrificado al darse cuenta de que ese era el lugar donde la espada sagrada falsa lo habÃa atravesado.
¿Lo habÃa usado dijo? Entonces, la aparición de Arthur no habÃa sido una coincidencia.
Ahora entendÃa por qué Arthur habÃa aparecido de repente allÃ. ParecÃa que la mano del Rey Demonio habÃa intervenido.
Taraziel, al ver la expresión endurecida de Eddie, puso cara de incomodidad.
—No pongas esa cara de enojo. Admito en un momento terminé aliándome con esa «historia». Pero mi razón es distinta a la de esa «historia» que te atrajo afuera para matarte. Yo solo te usé como carnada, pero nunca tuve intención de borrarte de este mundo como él. Mira, de paso, ¿quién fue el que vino a salvarte?
Se mostró descarado. Pero Eddie prestó más atención a otra cosa que Taraziel habÃa dicho.
¿Que lo habÃa atraÃdo afuera?
—¿Qué…?
—¿No te pareció extraño que, de pronto, salieras de la mansión en ese momento?
—…?
¿Acaso eso habÃa estado mal desde el principio?
Eddie recordó aquel instante. Aunque la Espada Sagrada le advirtió del peligro y se opuso, en circunstancias normales, habrÃa asentido y se habrÃa quedado quieto o habrÃa esperado a salir acompañado de Gerald o Ebon. Pero, inusualmente, se empeñó en salir.
Insistió en ir a comprar verduras, algo tan trivial. No era nada urgente, y los argumentos de la Espada Sagrada para disuadirlo no estaban equivocados, pero aun asÃ, terco, salió caminando solo de la mansión hacia la inseguridad exterior.
Como si estuviera todo planeado, Arthur apareció, y en el momento en que la espada lo atravesó, su cuerpo se quedó rÃgido, incapaz de moverse, mientras un chirrido de engranajes resonaba en sus oÃdos.
El Rey Demonio habÃa tentado a Arthur para que matara a Eddie.
…Y quien lo habÃa atraÃdo y llevado hacia la muerte era esa «historia».
Esa «historia» querÃa que Eddie muriera y desapareciera de este mundo, mientras que el Rey Demonio, anticipando que su muerte lo atraerÃa hacia la llamada de la historia, lo usó como carnada.
Para encontrar el lugar donde se escondÃa el núcleo de la historia.
Y al ver que el alma de Eddie era arrastrada hacia allÃ, él mismo desgarró el espacio para venir en persona.
Ambos lo habÃan utilizado. Sin darse cuenta, Eddie apretó los puños.
Como si esa sensación escalofriante de entonces reviviera, inconscientemente, se llevó la mano al pecho.
Claro, ya no habÃa herida ni sangrado.
Quizás era porque en este espacio no estaba presente con su cuerpo fÃsico, sino en un estado similar a un alma desprendida.
Era un mal menor comparado con lo peor. SÃ, al menos Taraziel, que al final vino a rescatarlo, era mejor que la maldita segunda parte que pretendÃa borrar por completo el alma de Eddie de este mundo. Aunque lo hubiera llevado a la muerte, al menos no era tan espantoso como aquello, aunque, en el fondo, ambos eran igual de terribles.
Acostumbrado a ser mimado y tratado con delicadeza por Ketron, Gerald o Ebon, Eddie soltó un suspiro ahogado ante este trato frÃo y distante que nunca antes habÃa conocido.
—…¿Por qué yo?
Tras dudar un momento, Eddie finalmente formuló la pregunta. Taraziel inclinó la cabeza, confundido.
—¿Eh?
—¿Por qué tuve que ser yo?
El Rey Demonio comprendió que no era una pregunta dirigida a él, sino una duda sobre por qué la «historia» lo habÃa elegido. —Ah —exclamó, como si se maravillara, y luego se rascó la mejilla con gesto pensativo.
—Vaya, eso no lo sé.
Sonrió, entrecerrando los ojos como si estuviera divirtiéndose con un acertijo.
—Pero dale la vuelta a la pregunta.
—¿Darle la vuelta?
—En vez de «¿por qué yo?», piensa en «¿por qué solo podÃa ser tú?»
Eddie abrió mucho los ojos ante esas palabras.
¿No se trataba de que lo hubieran traÃdo por casualidad, sino de que solo podÃa ser él?
La idea era interesante, pero no se le ocurrÃa nada de inmediato. Taraziel, como si quisiera darle una pista, empezó a hacerle preguntas.
—¿Te gustaba esta historia, por casualidad?
Eddie asintió. Aunque no habÃa seguido la serie desde el principio, se habÃa unido como lector cerca del final y le encantaba aquella novela. Especialmente el protagonista, Ketron.
—¿Y qué pasó con el tú original que leÃa esa historia? ¿Cuándo murió?
—…Murió. Cerca de cuando terminó la historia.
—Ajá.
Taraziel, al oÃr eso, aplaudió como si hubiera encontrado la respuesta.
—Entonces quizás sea por eso.
—¿Eh?
—Te gustaba la historia, justo la terminaste de leer y moriste en ese momento. Si te gustaba, seguro también te gustaba el héroe protagonista, conocÃas el final y encima estabas muerto, con el alma vagando.
—…
—¿No eras literalmente el candidato perfecto?
La expresión de Eddie se quedó vacÃa.
Ahora que lo escuchaba, parecÃan condiciones demasiado perfectas.
Lee Jeong-hoon, no, Eddie, con el corazón lleno de ganas de ayudar a Ketron, acababa de terminar la historia, conocÃa bien la trama y, casualmente, estaba muerto, con su alma flotando.
En un mundo donde casi todos habÃan olvidado al héroe, alguien que lo conocÃa, lo compadecÃa y al mismo tiempo lo apreciaba.
Desde la perspectiva de la «historia», como aliado dispuesto a ayudar al protagonista con devoción, Lee Jeong-hoon o Eddie era, sin duda, el candidato ideal.
—La historia robó tu alma para traerte a este mundo.
Taraziel clavó la última estocada.
Eddie, el aliado de Ketron.
Uno de los protagonistas iniciales de «El héroe no oculta su poder – 2° Parte» y salvador del personaje principal. Una existencia que ayuda al protagonista a alcanzar un verdadero final, no el desastroso desenlace de la primera parte.
Sin embargo, debido a su alma arrastrada desde otro mundo y su relación cambiante con Ketron, se convirtió en un personaje que arruinó la historia hacia el final.
Una existencia maldita destinada a estropear la historia.
SÃ, si se analiza bien, el impacto de que Eddie y Ketron desarrollaran esa relación fue tan grande que alteró el género de este mundo. La «historia» debió de molestarle que la presencia de un personaje, que ni siquiera planeaba incluir en su final deseado, creciera demasiado.
Por eso la historia intentó eliminar a Eddie.
Para que no siguiera arruinándolo.
Pero esa «historia» acababa de desaparecer.
Destruido por la mano de Taraziel, su fuerza coercitiva se habÃa esfumado.
Entonces,
—¿Entonces… la coercitividad de la narrativa de la historia ya no existe?
—¿Quizás? Bueno, parece que todo está en orden.
Taraziel giró sobre sà mismo. Con una sonrisa y los brazos abiertos, parecÃa un verdadero gamberro. Que él, un personaje de la historia, siguiera intacto a pesar de la desaparición de este, indicaba que solo su coercitividad se habÃa esfumado, sin mayores consecuencias.
Al oÃr eso, Eddie sintió su corazón, que latÃa con lentitud, acelerarse de pronto.
—¿Puedo… volver? ¿A ese mundo?
Quien encuentra esperanza inevitablemente se ilumina. El rostro de Eddie brilló como si una bombilla se hubiera encendido dentro de él.
—Claro que puedes.
Taraziel asintió. Y Eddie, rápidamente, añadió:
—Entonces llévame contigo.
HabÃa esperanza.
La esperanza de regresar junto a Ketron.
Si el Rey Demonio lo llamaba su benefactor, quizás estarÃa dispuesto a ayudarlo. No, más bien, ¿acaso no era deber de ese bastardo quien ordenó a Arthur matarlo para ser llevado al núcleo de la historia y destruirlo? Debe serlo, pero claro, solo sà tuviera conciencia. Aunque dudaba que los demonios tuvieran algo asÃ.
Pero Taraziel, aunque entendÃa perfectamente lo que Eddie deseaba, no puso una expresión muy alentadora. Al contrario, con el ceño fruncido y un gesto incómodo, se pasó la mano por la barbilla y soltó una bomba:
—Pero no ganarás nada yendo allÃ.
¿Qué clase de respuesta era esa? Atónito, Eddie abrió la boca.
—Porque voy a dominar ese mundo. Si todo sale bien, será mÃo.
Sonrió, como disculpándose por no poder darle una respuesta positiva.
—Enviarte de vuelta a ese lugar donde serás el apoyo del héroe no me beneficia en nada.
El corazón de Eddie se hundió al oÃr eso.
Eddie, un simple humano sin habilidades especiales, tenÃa un alma igualmente ordinaria. Si el Rey Demonio no lo hubiera ayudado, su alma habrÃa sido aniquilada sin contemplaciones.
Con eso, Taraziel podrÃa decir que ya habÃa pagado su deuda. Pero, al final, ¿no fue él quien lo trajo aquÃ?
Todo por su propio beneficio, manipulando el alma de Eddie para que este mundo encontrara el espacio donde la historia lo habÃa llevado.
Que hubiera destruido la «historia» quizás se debÃa tanto a su disgusto por ser manipulado por fuerzas desconocidas como a su conocimiento de que el final ideal de la novela era la victoria del héroe. Asà que no habÃa manera de que, ahora, dejara ir a Eddie, quien querÃa volver para ayudar a Ketron.
Pero Eddie también tenÃa algo que decir:
—…Dijo que era su benefactor.
—¿Mmm?
—Si yo soy su benefactor, ¿no deberÃa corresponder a mi favor?
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