CapÃtulo 119
Eddie apretó los dientes con fuerza mientras hablaba. Tal vez al percibir el resentimiento que ondulaba en esa voz, Taraziel puso una expresión incómoda.
—Mmm, también tienes razón. Después de todo, recibà mucha ayuda de ti.
Por suerte, no parecÃa tener intención de jugar con las palabras cuando se trataba de Eddie.
Si lo analizaba bien, tanto su resurrección como el haber acabado con esa «historia» que tanto anhelaba habÃan sido posibles gracias a Eddie. Claro que, para Eddie, habÃa sido como solucionar las cosas sin mover un dedo.
«No, ¡por eso morÃ! ¡Al final, fue por eso!»
Eddie chirrió los dientes.
Al ver su rostro lleno de ira, Taraziel adoptó de nuevo una expresión incómoda.
—Entonces hagamos esto.
Chasqueó los dedos, y el lugar donde estaban los dos se transformó en un espacio blanco, vacÃo, donde todo habÃa sido destruido. El libro de la segunda parte y los engranajes destrozados habÃan desaparecido por completo.
Un lugar donde solo existÃan el Rey Demonio Taraziel y Eddie.
Un espacio yermo, más allá del horizonte, donde no se veÃa nada.
Taraziel señaló un rincón con el dedo. El espacio se desgarró, y apareció un portal que lo conectaba con otro lugar, igual que antes.
Esta vez, señaló el lado opuesto con el dedo. Ocurrió lo mismo. Con un zumbido, el espacio se rasgó y surgió otro portal.
Dos portales.
Al ver la cara de perplejidad de Eddie, Taraziel sonrió radiante con su hermoso rostro.
—Elige, Eddie.
Lo instó a decidir.
Por lo que parecÃa, le estaba pidiendo que escogiera uno de los dos portales.
—¿Qué… qué debo elegir?
Pero Eddie no tenÃa forma de entender qué se suponÃa que debÃa escoger.
Sin embargo, Taraziel no parecÃa dispuesto a explicarlo con palabras.
—Acércate y mÃralo tú mismo.
Ante esas palabras, Eddie, que habÃa permanecido agachado todo el tiempo, se levantó torpemente de su lugar.
Aunque Taraziel no inspiraba mucha confianza, en ese momento, para Eddie, no habÃa nadie más en quien pudiera creer excepto él.
A pesar de estar en un estado cercano al de un alma, sus músculos, tensos al máximo, crujieron como si se sobresaltaran.
Eddie se acercó al primer portal que se habÃa creado.
—…¿Eh?
Algo se veÃa al otro lado, asà que Eddie se aproximó para mirar con más detenimiento, y entonces apareció ante sus ojos una escena inesperada.
Del otro lado del portal, podÃa verse a sà mismo, con el rostro pálido, inconsciente. Aunque todas las heridas de su cuerpo parecÃan curadas, su tez blanquecina no transmitÃa salud en absoluto. Claro que tampoco parecÃa un cadáver.
Estaba vivo. Eddie seguÃa con vida.
A su lado, también se distinguÃa la figura de Ketron, sentado con expresión impasible. Tampoco él parecÃa estar en buen estado.
—¡Ket!
Eddie, sorprendido, gritó el nombre de Ketron y se lanzó hacia el portal como si quisiera atravesarlo de inmediato, pero fue como si chocara contra un muro. No pudo cruzar aquel espacio.
Cuando Eddie se volvió bruscamente, Taraziel lo observaba con una sonrisa. Como si lo hubiera esperado.
Por más que miraba, aquel "Eddie" tendido no parecÃa muerto. Aunque su rostro estaba pálido, sin duda daba la sensación de estar vivo. Incluso si parecÃa inconsciente y en estado crÃtico.
—¿Entonces… no estoy muerto?
La voz de Eddie temblaba sin control. Él habÃa visto con sus propios ojos cómo «El héroe no oculta su poder – 2° Parte 2» reescribÃa su desenlace. La escena en que Eddie perdÃa la vida. Y cómo incluso intentaron borrar su alma.
¿Y ahora Eddie seguÃa vivo?
Taraziel, como si no fuera gran cosa, soltó un —ah —antes de esbozar una sonrisa burlona.
—Rasgué la historia. Antes de que los eventos escritos en ella se cumplieran.
Se encogió de hombros.
—Por eso está vivo, aunque en estado de coma. Por supuesto, si escoges ir a otro lugar desde aquÃ, morirá de inmediato, está tan débil. ……¿Ya lo viste todo? ¿Por qué no miras al otro lado ahora?
Al decir eso, señaló hacia el ‘otro lugar’. El segundo portal que habÃa creado. Pero Eddie gritó como si no hubiera nada más que considerar.
—¡Voy a elegir este! ¡Quiero volver!
—La elección...
Sin embargo, Taraziel esbozó una sonrisa benevolente, como si intentara enseñarle prudencia a ese ser apresurado que querÃa decidir de inmediato.
—No es tarde para elegir después de ver el otro lado.
Las palabras en sà eran sensatas. Pero Eddie sintió urgencia.
El Eddie de aquel portal parecÃa a punto de morir en cualquier momento. Y Ketron, que lo observaba, también parecÃa al borde de la muerte.
Asà que debÃa regresar ahora mismo.
Necesitaba abrir los ojos, tranquilizar a su héroe, a su amor, consolarlo... ¿qué importaba qué hubiera en el otro espacio?
Pero en este lugar, quien mandaba no era Eddie. Eddie apretó los labios con fuerza.
Ahora mismo, Eddie dependÃa de la misericordia de Taraziel. Aunque habÃa intentado negociar hablando de pagar favores, él mismo sabÃa lo absurdo que era que un ser como Taraziel se empeñara en cumplir promesas por simple honor.
Asà que esto era solo un capricho suyo. Y Eddie no podÃa dejar pasar ese capricho.
Con el cuerpo tembloroso, Eddie se dirigió hacia el otro portal. Aun asÃ, en su interior, estaba decidido. Si tenÃa que elegir, escogerÃa a Ketron. Claro que debÃa volver, incluso si el otro lado escondÃa el paraÃso.
Ketron, Gerald, Ebon y su hermano estaban en ese mundo. Era obvio.
Obvio...
—...Ah.
Pero en el instante en que vio lo que mostraba el otro portal, su cuerpo se paralizó de golpe.
Era una escena capaz de derrumbar incluso el corazón más firme.
Dentro del portal se veÃa a una mujer. Una figura femenina de mediana edad, de apariencia ordinaria, sentada en una cama familiar dentro de una habitación igualmente familiar.
Era la madre de Lee Jeong-hoon.
La vio acariciando una foto de Jeong-hoon mientras lloraba. Sentada en su habitación, pasando los dedos sin rumbo sobre la foto que solÃa guardar boca abajo.
Era, para cualquiera que lo viera, la continuación de lo que Eddie habÃa presenciado recientemente en sueños. El estado del hogar que no habÃa vuelto a la normalidad ni siquiera después del funeral de Lee Jeong-hoon.
¿Significaba eso que, si elegÃa este lugar, lo devolverÃan a su mundo original?
Pero, ¿cómo?
Eddie lanzó de inmediato su duda hacia Taraziel.
—A diferencia de Eddie, Lee Jeong-hoon está muerto. ¿Cómo puedo regresar?
—¿Lee Jeong-hoon? ¿Ese es tu nombre original? —…SÃ.
—Lo siento, pero como dices, Lee Jeong-hoon ya está muerto. No puedes volver en ese cuerpo.
—Entonces…
—En ese mundo, reencarnarás.
Reencarnación. Significaba nacer de nuevo. No volver al cuerpo de Lee Jeong-hoon.
Pensándolo bien, seguramente ya lo habrÃan incinerado, asà que no habrÃa forma de regresar. Incluso si no lo hubieran cremado, en ese tiempo ya se habrÃa descompuesto.
Observando a Eddie, que parecÃa algo decepcionado, Taraziel comenzó a explicar con calma.
—Todas las almas desean seguir viviendo en el mundo donde nacieron. En tu caso, fuiste arrastrado a este lugar por la fuerza. Originalmente, deberÃas haber renacido en ese otro mundo.
—…
—Asà que, si reencarnas, bueno… no sé si tus recuerdos permanecerán intactos, pero al menos podrás volver al mundo donde vivÃas. A tu mundo original.
ParecÃa ser la regla del universo.
Pero la historia habÃa roto esa regla, arrastrando el alma de Lee Jeong-hoon a este mundo. Por eso, al devolver el alma, el ciclo interrumpido de reencarnación se reanudarÃa.
Pero si no podÃa volver como Lee Jeong-hoon, ¿tenÃa sentido regresar a ese mundo?
—Aunque regrese, no podré reunirme con mi familia, ¿no?
—Quién sabe. Ni yo sé lo de los recuerdos. Nunca he reencarnado. ¿CreÃste que todo estarÃa intacto al volver a un mundo donde ya moriste?
—…
—¿No crees que ya es hora de que entiendas que este universo no es justo? Además, tu muerte no fue por intervención de ningún poder absoluto. Simplemente tuviste mala suerte.
Era cierto.
Lee Jeong-hoon habÃa muerto por pura mala suerte. Sin ninguna intervención sobrenatural, perdió la vida, y originalmente deberÃa haber reencarnado en ese mundo, sin recuerdos. Ya fuera porque su lÃnea de vida era corta, por destino o lo que fuera.
Pero fue la codicia de este mundo lo que lo arrastró aquÃ, permitiéndole renacer como una nueva persona conservando sus recuerdos.
Asà que, si elegÃa ese mundo, podrÃa reencarnar como debió haberlo hecho. Con suerte, si sus recuerdos permanecÃan, incluso podrÃa buscar a su familia después de renacer.
Sobre todo, su alma lo anhelaba.
Deseaba volver a su mundo original.
Era el instinto de retorno inherente al alma. Una tentación intensa y pegajosa acosaba el corazón de Eddie. Su pecho palpitaba sin cesar, como si le exigiera regresar de inmediato a su mundo original.
Eddie tragó saliva sin darse cuenta.
—Elige.
Taraziel lo presionó.
—¿Tu familia? O…
Dejando la decisión completamente en manos de Eddie, esbozó una sonrisa tranquila.
—¿Tu héroe?
Mientras colocaba a Eddie sobre un juego de equilibrios imposible.
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