CapÃtulo 120
Eddie estaba de pie sobre la ciudad gris.
Gente moviéndose afanosamente, autos que pasaban zumbando, cláxones sonando y voces de alguien parloteando.
Cerca de los jardines infantiles o guarderÃas dentro del complejo de apartamentos, se escuchaban las risas inocentes de los niños.
En ese espacio que parecÃa saltado de un recuerdo, o quizás no tan distinto a uno en la realidad, Eddie observó su entorno con expresión impasible.
Lo que alguna vez le habÃa resultado familiar, ahora resultaba completamente ajeno. Como si el mundo donde debÃa vivir no fuera este.
—Qué lugar tan interesante.
Taraziel, al ver que la elección de Eddie se prolongaba, habÃa recreado el mundo donde Lee Jeong-hoon vivÃa sobre un espacio blanco y vacÃo.
Irónicamente, se veÃan la guarderÃa cerca de la tienda de conveniencia donde Lee Jeong-hoon habÃa muerto y el estanque dentro del complejo de apartamentos. Eddie, tras mirar alrededor, se acomodó en una banca cercana.
A diferencia de Eddie, los ojos de Taraziel brillaban mientras curioseaba por aquà y allá.
Se subió a un balancÃn con forma de jirafa y se tendió sobre un columpio con forma de mariquita.
Eddie, que lo observaba en silencio, preguntó:
—¿Puede usted también viajar aquÃ?
—Puedo abrir el camino, pero no cruzar.
Dicho esto, acercó su mano al portal que aún brillaba en ambos lados, especÃficamente el que se encontraba a lado del mundo original de Eddie.
¡Tung!
El portal lo repelió de inmediato.
—No se puede cruzar la lÃnea.
Se rió como si no fuera nada.
—Quizás tú, que pertenecÃas tanto a este lado como al otro, podrÃas. Pero yo no.
Aunque la habilidad que se le habÃa asignado a Taraziel en la novela era el «espacio», lo que le permitÃa hacer muchas cosas, no parecÃa tener el poder absoluto de un dios.
Aunque, si hubiera sido ese tipo de existencia, desde un principio habrÃa sido imposible que Ketron lo derrotara.
Por ejemplo, dentro del universo narrativo, es ciertamente una existencia tan aguda como un punzón, discordantemente poderosa, pero tampoco es un ser absoluto capaz de desgarrar este mundo y avanzar solo.
Nacido por la historia, pero erguido por sà mismo.
Sin embargo, sus raÃces siguen ancladas en la historia, por lo que no puede escapar de ella por completo.
Quizás él tampoco sea algo ordinario. Incluso si se mide desde fuera de este mundo, Taraziel es sin duda una existencia extraordinaria.
Y si consideramos que Ketron logró derrotar a ese mismo Taraziel, aunque con ayuda, habrÃa que decir que es aún más extraordinario.
Eddie, sin darse cuenta, miraba su rostro liso, cuando él, deslizándose por el tobogán en forma de elefante, le sonrió a Eddie.
—Hasta a mà me darÃa vergüenza si me miraran tan fijamente.
…Si no fuera por esa tendencia a decir tonterÃas, quizás parecerÃa más imponente.
Eddie suspiró. Poco a poco, empezaba a percibirlo menos como un gran y cruel Rey Demonio y más como un hyung del barrio algo inmaduro.
Claro que nadie sabÃa mejor que Eddie que distaba mucho de ser eso. Y también cuán cruel era ese hombre.
Si el alma de Eddie no hubiera volado hasta ese espacio donde se ocultaba «El héroe no oculta su poder – 2° Parte» tras su muerte, él jamás habrÃa encontrado la ubicación de la historia original.
Él estaba seguro de eso, y por eso actuó para «matar» a Eddie. Solo asà podrÃa hallar el paradero de la historia.
—Claro que también disfruté el placer de ver al héroe sufrir al matarte. Mi venganza fue un éxito.
Mientras decÃa eso, incluso se rió. Para Eddie, eran palabras que cortaban la respiración.
En muchos sentidos, Eddie era el «benefactor» de ese hombre. Tal como él mismo habÃa dicho en el pasado.
Por eso seguramente también le habÃa dado esta opción.
Eso le agradecÃa. Solo eso.
Aunque podÃa decirse que al final se liberó de la influencia de la historia original, el impacto de aquel momento en que le atravesaron el abdomen aún persistÃa en su cuerpo.
Él era el culpable que lo habÃa enviado volando a este espacio, pero también quien lo salvó, quien le dio opciones.
Eddie no sabÃa si debÃa odiarlo sin reservas o no.
—Aquà es realmente agradable.
Esta vez se habÃa instalado en un puente colgante de red. Un parque infantil de pequeña escala, adecuado apenas para bebés, resultaba incongruente con aquel demonio corpulento sentado allÃ, aunque su apariencia deslumbrante creaba la sensación de contemplar un editorial de moda.
—Hasta a mà me dan ganas de probarlo.
ParecÃa genuinamente entusiasmado mientras balanceaba la red chirriante de un lado a otro con mirada divertida.
—Entonces, ¿has tomado una decisión, Eddie?
Al escuchar esa pregunta casual, el cuerpo de Eddie, que observaba el puente de red donde Taraziel estaba sentado, se estremeció.
¿Tomar una decisión? No podÃa ser tan sencillo.
No sabÃa cuánto tiempo habÃa pasado, pero intuÃa que ningún lapso serÃa suficiente para elegir.
¿Elegir?
¿Poner en la balanza a su familia y a Ketron?
¿Escoger cuál pesaba más?
¿Cómo podÃan pedirle una elección tan cruel? ¿Acaso eso podÃa llamarse ‘elección’?
Más que elegir, era abandonar a uno.
Eddie no podÃa seleccionar nada.
Ambos le importaban.
Su familia, con quien habÃa vivido toda una vida, y Ketron, quien le habÃa enseñado qué era el amor.
Incluso cuando lo único que Eddie le habÃa devuelto a Ketron fueron sentimientos no correspondidos y heridas.
No lograba siquiera mirar directamente hacia el portal donde vislumbraba a Ketron, pero en lugar de presionarlo otra vez, Taraziel dijo algo distinto:
—Este lugar parece realmente pacÃfico. Por supuesto, también debe haber guerras en algún lugar de aquÃ.
No parecÃa esperar respuesta. Con expresión ausente, apoyó la barbilla en una mano y volvió a hablar:
—De todos modos, si muero de nuevo, deberÃa intentar venir a este mundo. Parece divertido.
Eddie hizo una mueca extraña al oÃrle hablar tan livianamente, silbando entre dientes.
¿Volver a morir?
Verlo asumir su propia muerte le producÃa una sensación inquietante.
Para él, ¿acaso la muerte no significaba la derrota a manos del héroe?
—¿Usted también piensa asÃ?
—¿Eh?
Al escuchar la pregunta, Taraziel giró la cabeza bruscamente hacia Eddie, repasó mentalmente lo que habÃa dicho y soltó un —ah —mientras reÃa.
—Bueno, es un mundo fascinante.
Eso era cierto. Aunque no se sentÃa como si ese mundo fuera definitivamente mejor que el otro, sin duda era un mundo atractivo. Especialmente para Taraziel, podrÃa ser aún más atractivo.
Aunque era una respuesta que no encajaba del todo con lo que Eddie habÃa preguntado, Taraziel no parecÃa dispuesto a añadir nada más.
—¿No crees? Yo, sin duda, querrÃa regresar. ¿Eh, Eddie?
Mientras hablaba, insistÃa sutilmente en que Eddie volviera. Desde el principio, cuando lo presionó para que eligiera, siempre habÃa estado inclinándose para que escogiera regresar.
—Digamos lo que digamos, el mundo original siempre es el mejor. Sin importar los recuerdos, es el lugar donde el alma nació. Para un alma, reencarnar una y otra vez allà es lo más beneficioso.
A esas alturas, ni siquiera se molestaba en ocultar su deseo de que Eddie volviera al otro mundo.
—Qué caballeroso por su parte.
—¿Eh?
—Pensé que me obligarÃa a irme a la fuerza.
—Ah.
La expresión de Taraziel se tornó enigmática.
—Aunque no lo parezca, soy de los que cumplen su palabra.
—Para ser eso, ha sido bastante cruel.
—¡Ah, por eso te estoy dando esta oportunidad ahora! ¡El derecho a elegir!
Estalló, alzando la voz. Aun asÃ, mientras murmuraba y evitaba la mirada de Eddie, parecÃa tener cierta conciencia de que lo habÃa utilizado sin miramientos.
Y de que, tratándose de alguien a quien debÃa gratitud, habÃa sido excesivo.
En ese momento, Eddie atrapó el hilo de algo que lo habÃa estado irritando como una espina desde hacÃa rato.
HabÃa sentido un déjà vu peculiar en las palabras de Taraziel, y ahora creÃa entender por qué.
—Taraziel.
—¿Qué?
—¿La razón por la que no puedo ir a su mundo… tiene que ver con usted?
Ante esas palabras, Taraziel cerró la boca de golpe.
En un instante, la calidez del ambiente pareció desplomarse cinco grados. Como si nunca hubiera estado en sintonÃa con el parque infantil, su rostro se tornó gélido mientras clavaba la mirada en Eddie.
—Parece que lo desea.
—…¿No te lo he dicho? No hay nada beneficioso para mÃ.
—¿Por qué?
—Si estás tú, ese tipo se vuelve más fuerte.
—¿De verdad esa es la razón?
—Haa…
Taraziel dejó escapar un suspiro prolongado.
—A tus ojos parecerá algo simple.
—…?
—Pero para mà no lo es. La diferencia entre que estés o no es enorme. Si tú existes…
Vaciló. Un atisbo de angustia cruzó por sus ojos, pero ante la mirada expectante de Eddie, no tuvo más remedio que responder con crudeza:
—Los humanos tendrÃan una posibilidad.
«Los humanos tendrÃan una posibilidad». Sus palabras, que equivalÃan a admitir que su probabilidad de derrota aumentarÃa, estaban cargadas de irritación. Como si solo imaginarlo le repugnara.
El Taraziel del pasado jamás habrÃa aceptado siquiera esta posibilidad.
Pero ya habÃa probado la amargura de la derrota, habÃa muerto por ello y, aun asÃ, se las habÃa ingeniado para regresar de entre los muertos.
Nadie mejor que él sabÃa que el orgullo no salva vidas.
Eddie tragó saliva con un sonido húmedo antes de preguntar:
—…¿Y si yo no existo?
Taraziel no respondió directamente.
En su lugar, solo esbozó una media sonrisa.
Eso bastaba como respuesta.
El corazón de Eddie se oprimió. En cierto modo, la historia no se habÃa equivocado. Su existencia afectaba demasiado a ese mundo.
Taraziel, que observaba el rostro cada vez más sombrÃo de Eddie, suspiró por lo bajo.
—Por esto no querÃa decÃrtelo…
Masculló mientras se agarraba la nuca con frustración.
—Al final, preocúpate solo por ti. Este mundo solo es una novela para ti, ¿no? Tu realidad no cambiará, seguirá siendo este lado.
Señaló con un dedo hacia el portal que aún mostraba a la madre de Lee Jeong-hoon.
El corazón de Eddie latió con dolor.
Vio aquellas manos acariciando sin cesar la foto de Lee Jeong-hoon.
Un solo paso. Con solo dar un paso adelante, Eddie podrÃa volver a su mundo original. Comenzar una vida nueva allÃ.
—Vuelve y vive tu vida. OlvÃdalo todo y sé feliz. Si no te hubieras cruzado con esta historia, asà habrÃa sido desde el principio.
Pa.
Un sonido seco resonó, seguido por algo que pareció ser el sonido de una membrana transparente desapareciendo del portal.
Aquella barrera invisible que antes habÃa impedido que Eddie cruzara cuando intentó alcanzar a Ketron, ahora se esfumaba.
En ese momento, si Eddie se decidÃa a avanzar, el portal lo tragarÃa sin resistencia.
Taraziel observó a Eddie, cuyos ojos oscuros estaban fijos en el portal que mostraba a su madre, y habló con voz grave:
—Ve.
Regresa a tu mundo.
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